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Foto del escritorLuis Eduardo Brochet Pineda

El retorno de los magos en el coso de Cuatro Caminos

El regreso a los ruedos de José Antonio Morante de la Puebla y la despedida de esa plaza del maestro Enrique Ponce



En el marco de la feria de Santiago, hoy martes 23 de julio de 2024, regresó a los ruedos un torero de época y quizás, el más apreciado y esperado cada tarde por la afición, José Antonio Morante de la Puebla, luego de más de cincuenta días de retiro temporal, afectado por una enfermedad mental y emocional que lo ha venido minando de tiempo atrás, pero que ha luchado por superar esa dificultad y tirar para adelante, en su prolongada carrera, dónde tiene mucho que decir, aún. Así mismo, regresa para despedirse de la plaza Cuatro Caminos de Santander, un torero muy querido en esta tierra y que merece un adiós de postín y de altura, Enrique Ponce, por todo lo que el maestro de Chivas le ha aportado a la fiesta y a la tauromaquia, en cada uno de los ocho países taurinos que lo han albergado y admirado. Alternan las figuras con el sorprendente Fernando Adrián, un torero de records inimaginables en plazas de primera categoría en España y Francia.


Toros de Domingo Hernández, un hierro de grata recordación para ambos diestros; baste recordar a “Ligerito”, a quien Morante le cortó el último rabo que se dio en Sevilla, el 26 de abril de 2023. Un hermano de ese toro se lidiaba hoy.

Morante de plomo y oro; Ponce de grana y oro; ambos toreros bien vestidos para la ocasión, hicieron el paseíllo ante unos tendidos repletos.

El púbico los recibe con una estruendosa ovación luego del paseíllo, saludando los tres matadores desde el tercio.

Enrique Ponce con el primero de su lote, un toro negro bragado, de cara recogida que embistió con nobleza y fijeza en el capote, el valenciano le da tres verónicas muy despacio, echando el pecho adelante y una media de remate, hermosa. Brinda la muerte del toro a su compañero Morante de la Puebla y comienza su faena de muleta doblándose con el toro, perdiéndole pasos hacia los medios, dónde le cuaja dos series con la mano derecha y dos tandas por naturales, tres trincherillas soberbias, que remata de un estoconazo arriba para una oreja de ley, mientras resonaba el eco del pasodoble “Agüero”.


En su segundo del lote, cuarto de la tarde, negro, con 503 kilos de peso, de nombre “Labrador” que, a pesar de no tener un recorrido franco en la capa, Ponce le hace un quite de muy buen gusto por chicuelinas.

Brinda al público su último toro en esta plaza y con mucha inspiración, ligando los muletazos por ambos pitones; toreo fundamental, con la pata y el pecho por delante, así como dos soberbios cambios de mano, completa una obra tan solemne como la interpretación de “La Misión” de Ennio Morricone, interpretada magníficamente por la banda de música. Estocada hasta la bola, fulminante, que le suman dos orejas.


El maestro cigarrero se abre de capa con su primer toro, segundo de la tarde, de nombre “Piñonero”, con 510 kilos de peso, instrumentándole cinco verónicas de ensueño, rematando con una media y rebolera. Rompe el tendido.


Quite por chicuelinas a pie juntillas; media despaciosa y de mucho sabor.


Faena de muleta templadísima, muy afincado en la arena el torero de La Puebla, dos trincheras que remataban una serie de estatuarios, y dos series por ambos pitones muy exigentes, con mucha torería y estética, para un toro que fue muy obediente; remata la faena con una estocada algo desprendida y tendida, pero eficaz, lo que le vale una oreja por petición mayoritaria.


Quinto toro de la tarde, segundo del lote para el maestro Morante, negro, cornidelantero, que tiene mucha movilidad en banderillas. El maestro de La Puebla del Rio inicia su faena de muleta dibujando carteles de toros: trincheras, toreo en redondo muy despacio, pases de pecho de larga duración y ayudados por bajo: pinturas al pastel, mientras se escucha el pasodoble “Suspiros de España”. Tres tandas largas y templadísimas por naturales, culminando con una estocada recibiendo. Oreja indiscutible y faena de postín.


Y para coronar el pináculo del triunvirato en una tarde importante, Fernando Adrián cuajó la faena de la feria hasta ahora, en su primer toro, y oreja en su segundo, para acompañar a los maestros por la puerta grande.


Tarde completa e inolvidable: un total de ocho orejas y tres puertas grandes; tarde para la magia, para el recuerdo, y para los sueños de pinturerías que perdurará en el tiempo.


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