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Foto del escritorRicardo López Solano

La verdad del par de banderillas


Según mi apreciación, colocar un par de banderillas, tal como deberían mandarlo los cánones de esta suerte, es tan peligroso, sino más, que lo que pudiera ser un pase natural ejecutado de frente, en el que se cita al toro centrado a sus astas, con el engaño adelantado (tela paralela a la punta de los pitones), haciéndole describir una trayectoria circular alrededor del torero, lo más cerca posible de su humanidad y totalmente humillado.


¿Cuál podría ser la razón de la mayor peligrosidad, al colocar un par de banderillas a ley comparada con el pase natural descrito?


Expliquémoslo:


Para el caso, el banderillero sacando el pecho, cita al toro en corto y de frente, con la punta de las banderillas abajo, casi que rozándole las zapatillas; y sin alharacas, tropelines y carrerones, más bien sin evidenciar premura, se va hacia la cara del toro, para el caso, en una especie de cuarteo. El toro se le arranca, y mientras se le acerca, el rehiletero levanta las banderillas desde bien abajo (desde donde se encontraban en un inicio), hasta bien arriba. Y aquí, centrado en la cuna de los pitones (dando el pecho), con las zapatillas empotradas en la arena (como máximo empinándose en la punta de ellas) clava en todo lo alto del morrillo, para luego salirse de la reunión apoyándose en los palos, andando y sin prisas.



Cuando el banderillero en el momento de martillar frente a la cara del toro, desde abajo ha levantado en su totalidad las manos, sin desprender los talones de la arena (máximo se ha empinado en la punta de los pies), los pitones los tendrá tan cerca del pecho, que si estos no lo prenden, lo pasarán rozando al salir de la reunión.




Esto es lo que podríamos denominar, "LA VERDAD DEL PAR DE BANDERILLAS", tal cual, como en sus mejores momentos, solía ejecutarlo el infortunado torero de plata y mejor banderillero de todos los tiempos, Manolo Montoliu, muerto trágicamente en el ruedo con el corazón destrozado por los pitones de un toro, tras colocar uno de estos prodigiosos y arriesgadísimos pares, el primero, a un toro de Atanasio Fernández, “Cabatisto”, en la Feria de Sevilla, el primero de mayo 1992.


¿Si me podrán creer ahora ustedes, en lo que respecta a la peligrosidad de esta suerte ejecutada a ley, respecto al pase natural también ejecutado a ley? ¡Espero que sí!

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