La última entrevista que dio el maestro Jaime Ostos (I)
Nota: Esta entrevista se compone de dos partes. Próximamente se publicará la segunda.
La suerte suprema: clase magistral
Mi sueño desde cuando empecé a moldear un tratado taurino que he titulado, “La Suerte Suprema-Revisión General”, fue el de poder entrevistar al maestro Jaime Ostos Carmona, considerado uno de los mejores estoqueadores de todos los tiempos. Y en estos últimos años, debido a su avanzada edad, 90 años, pensaba que ese sueño no se me haría real. Pero el 1 de enero de 2022, mientras revisaba uno de los chat grupales en los que me encuentro inscrito, “Nuestras Regiones”, del investigador del folclor vallenato, Ricardo Gutiérrez Gutiérrez, encontré, para mi sorpresa, unos videos que en ese chat publicó uno de sus integrantes, el Abogado Abelardo de la Espriella Juris, en uno de los cuales el maestro Ostos, en la residencia de Abelardo en Cartagena, bailaba por bulerías con su señora María Ángeles Grajal. No me lo podía creer que el maestro Jaime Ostos se encontrara en el corralito de piedra y al alcance de mi mano. A Abelardo le escribí una nota de wasap para que me informara en donde se encontraba alojado el maestro Ostos, y lo que me dijo es que podía encontrarlo en la casa de Gitanillo de América. De inmediato llamé a Gitanillo que en ese momento se encontraba enredado, ya que esa tarde toreaba su hijo en Manizales, pero me dijo que podía ir a su casa para entrevistar al maestro Ostos. Pero en el momento en que me iba a dar el teléfono de su esposa Ibeth Uhía, lo llamaron para lo del sorteo de los novillos que se iban a lidiar esa tarde. Ante este impase, para no perder tiempo, llamé a un concuñado en Barranquilla, José Gabriel Lapeira, amigo con su esposa Letty Pumarejo, de la familia Gitanillo-Ibeth. José Gabriel de inmediato llamó a Ibeth quien lo autorizó para que me diera el número de su celular. Una vez que hice el contacto con Ibeth, me dijo que, al día siguiente, 5 de enero del corriente, a partir de la cuatro de la tarde, de regreso de Las Islas del Rosario, podía entrevistar en su casa al maestro Jaime Ostos.
Esa tarde antes de llegar a la casa de Gitanillo-Ibeth, llegué a Magifoto para que me imprimieran la foto que considero más representativa del maestro Ostos estoqueando a un toro para que me la dedicara, un volapié que cumple los cánones más exigentes de esta suerte. A casa de Gitanillo llegué tipo cuatro y media de la tarde, en el momento en que Ibeth y María Ángeles se disponían a salir. Me hicieron pasar y llamaron al maestro Jaime Ostos para que atendiera mi visita. Por fin se cumplió mi sueño tan largamente esperado.
Para mí fue muy gratificante el recibimiento que me dio el maestro Jaime Ostos Carmona, y como, sin reticencia alguna, se prestó para referirme los aspectos más relevantes de su vida taurina y social, y para responder a mis inquietudes, en especial sobre la suerte suprema. Al maestro Jaime Ostos se le veía rejuvenecido, alegre y sonriente y lleno de vida. Y desde que comenzó a hablar, a partir de mi primera pregunta, casi me que se me dificultaba tomar la palabra, y cuando lo hacía me era difícil terminar la pregunta, la que por supuesto, adivinaba de que se trataba. Delante del maestro Ostos, como si fuéramos viejos conocidos me sentí como en mi casa y con una confianza y soltura que me parecía difícil de creer. Contaba con todo el tiempo del mundo para escucharlo, y hacerle, cuando me lo permitía, una que otra pregunta.
Lo primero que le pregunté al maestro Jaime Ostos Carmona, una vez que nos encontramos acomodados en la sala de la familia Gitanillo-Ibeth, y después de presentarme, fue que cómo le había parecido Cartagena. Y esto fue lo que me respondió:
Cuando regresé a España, después de mi primer año en Colombia todo el mundo me hablaba de Cartagena. Así que cuando de nuevo regresé a este hermoso y acogedor país no me quedó más remedio que venir a conocer a esta emblemática ciudad. Conocerla me hizo un efecto muy grande. A Cartagena la he visitado en tres ocasiones, y en esta oportunidad nuevamente volví para, con mi mujer, pasar el fin de año.
Cartagena, esa es mi impresión, sigue siendo Cartagena. Después de que he visto una cantidad de torres como si fuera Miami, esto para mí no es Cartagena. Para mi Cartagena es el centro, de la muralla para adentro. Esa es la verdadera Cartagena. Además, la primera vez que yo vine a esta ciudad, 1953, y me soltaron por aquí, yo dije, para que he volado tantas horas para estar otra vez en Cadis. Es que Cartagena es una hermana de Cadis. Los balcones, las rejas, las calles y la vegetación, es como si me encontrase en Cádiz.
Además, te digo, que la gente, la alegría de los cartageneros es muy parecida al del andaluz. La de los andaluces de la parte baja de España, como Sevilla, Huelva, Málaga, Cádiz, Almería. Tienen los mismos gustos, la música, el cante, la comida, por eso es por lo que te he dicho que he volado tantas horas para estar en Cádiz.
Y entrando en materia, esto fue lo que me contó el maestro Ostos sobre su paso por los ruedos del mundo:
Yo no sé, ni he discutido nunca si he sido el mejor o el peor torero. Eso no lo he discutido. Pero lo que si te puedo decir es que desde un comienzo hice parte de los cinco profesionales del toreo que integraban el grupo especial. Casi desde el comienzo de mi carrera entre en ese grupo, y cuando me retiré aún seguía perteneciendo a la élite del toreo. Que los aficionados juzguen.
Ahora, con la espada nunca he cogido una espada de mentira. Yo antes de entrar a matar cogía la espada y la doblaba contra el burladero para que se dieran cuenta que en el último tercio salía armado con la espada de verdad y no con el ayudado. Debido a ello, al principio, cuando terminaba la faena de muleta y me perfilaba para entrar a matar, los que no se habían percatado que llevaba el acero, gritaban, ¡no! ¡no!, ya que creían que iba a estoquear con el ayudado. Después se acostumbraron.
En la plaza de toros de Madrid está escrito que pinche cuatro veces a un toro recibiendo. Una suerte que hasta hoy no lo ha hecho sino Rafael Ortega, mi profesor que admiro y yo. Los demás no tienen ni idea de cómo se hacen las tres suertes de matar: recibir, al encuentro y al volapié. Y esto de matar los toros tiene una ley de ejecución que ninguno lo hace. Unas veces entran más abajo, otras más para atrás, otras veces el toro derrama sangre por la boca porque lo degüellan. Es más, algunos colegas míos, matadores de toros, quieren venir al campo conmigo a las becerradas para hacerles la suerte de matar, porque siendo extraordinarios toreando a los toros, a la hora de ejecutar esta suerte, los pinchan muchas veces. Y volviendo a lo que te decía, después de pinchar cuatro veces en Madrid, le pegué una estocada también recibiendo. Y es que antes de empezar a pinchar quería cortarle el rabo, ya que la gente estaba loca y la plaza se encontraba llena de pañuelos, por lo que con antelación le había hecho al toro, y el público quería que lo entrara a matar. Pero lo pinché cuatro veces haciéndole la suerte de recibir, y en la quinta entrada, también recibiendo, le di una estocada que el toro cayó sobre mis zapatillas, y al toro tuvieron que levantarlo para que yo pudiera sacar mis pies que se encontraban aprisionados debajo de su cuerpo. Y me dieron la oreja. Esto se encuentra escrito en la plaza de toros de Madrid.
Los toreros saben muy bien que hasta en los tentadero toreaba con la espada de verdad. Y esto te lo digo porque el toro nunca te dice mátame aquí. De la raya para adentro el que manda es el toro, y de la raya para afuera el que manda es el torero. Por otro lado, al entrar a matar el codo de la mano izquierda no se puede doblar, ya que la mano que lleva la muleta hacia adelante se retrae. Y es que, si el toro que se encuentra humillado mirando la muleta que se encuentra debajo su hocico, tú se la retiras, lo que consigues es que el toro levante la cabeza. Y el resultado es un bulto y otro bulto.
Un momento maestro. Explíquese mejor:
Tú has visto que en la actualidad los toreros matan a los toros de la raya para adentro. ¿Y por qué lo hacen? Porque no llevan la espada de verdad. Es como que si no entendieran que el toro en un momento dado es el que te dice mátame. Y si tú estás toreando en los medios, pues lo tienes que matar en los medios que es donde el toro te dice (cuando se descuelga, ya que no puede sostener la cabeza arriba), después que le has pegado cuatro naturales y dos pases de pecho, te dice mátame. En ese punto le pones la muleta cerquita, debajo del hocico, con tus pies a una distancia no mayor de metro y medio, y centrado al testuz, ya que después de metro y medio, no se puede matar bien. Ahora te digo que al toro se debe matar en corto, por derecho y con el pecho (presentando el pecho frente al testuz del toro).
Y continúa relatando el maestro Ostos:
Para que te enteres, yo maté a un toro de 583 kilos el día que cumplí 80 años, cuando hacía muchos años (18) que me había retirado de los ruedos. Ya verás en esa foto lo que es la suerte de recibir. Y tú no la has visto todavía, y te vas a ir de este mundo sin verla, tú y la afición. Ahora, lo que sí es verdad, es que el único torero que ha toreado en las ferias más importantes, uno más que nadie, ese he sido yo. En Sevilla, en Cali toreé cinco años, en Pamplona fui el primer torero que toreo tres corridas y en Vitoria exactamente igual. O sea, que tengo una historia taurina importante. Ahí está escrito. Nunca me preocupé. Nunca tuve ningún problema con ningún torero. Con ninguno. Ni con los ganaderos. Me decían tal corrida, y decía, yo mi dinero. Punto. Eso era lo que me interesaba ¿Cuánto me vais a dar? ¿Quién torea? Fulanito de tal. Bien. Solamente tuve un pequeño roce con Antonio Ordoñez cuando la pelea con Luis Miguel Dominguín. Ahí se planteó el problema de que yo era el eje del uno o del otro. Si yo me iba con Luis Miguel, Ordoñez no podía torear la feria que toreaba Ostos y Luis Miguel. Y si yo me iba con Ordoñez, Luis Miguel no podía torear las ferias que toreaba con Ordoñez. Me fui con Luis Miguel y toreé treinta y seis corridas.
¿Maestro esa fue la época en que Ernest Hemingway andaba con Antonio Ordoñez?
Bueno, Hemingway todo el tiempo en que estuvo en España anduvo con los dos, con Luis Miguel, con Ordoñez y conmigo. La pelea fue de Ordoñez con Luis Miguel. Por tonterías, de amistad, cosas de agentes. En fin, aquello se rompió y yo me quedé en el centro de eso. Y donde yo fuera el otro se quedaba por fuera de la feria. Yo estuve así dos años hasta que logré arreglar ese asunto y los tres pudimos torear algunas corridas.
Y de los roces entre Ordoñez y Dominguín el maestro Jaime Ostos Carmona volvió hacia la suerte suprema, descripción que unifico o extracto de lo que me dice, de los gestos y de los movimientos que hace con las manos, la cabeza y los pies, para describirme con la mayor precisión posible, como es que se debe ejecutar, para este caso, la suerte de recibir, que fue en la que se enfocó en esta entrevista:
La suerte de matar a un toro no es más que un pase de pecho, así de simple me lo resumió el maestro Ostos. Tú te cuadras delante del toro, centrado a los pitones, a una distancia no mayor de metro y medio. En esta posición, lanzando un gritico, (¡Ja!), diriges la punta de la muleta, acompañada del pie izquierdo, hacia adelante y hacia abajo de los belfos del toro para que este baje la cabeza y se fije en el extremo de la tela, con lo que lo embarcas en la muleta. Y con el toro humillado, arrastras hacia atrás la pierna izquierda hasta colocarla al lado de la pierna derecha, que durante la ejecución de la suerte (pierna derecha) debe permanecer fija (inamovible). En esta operación manteniendo al toro humillado, este debe seguir el extremo de la tela mientras la diriges hacia atrás (acompañando el movimiento del pie izquierdo) y hacia la derecha (cruzar la muleta) de las piernas del torero con el fin de darle al toro la salida por ese lado. Durante este movimiento la muñeca que sostiene la muleta debe mantenerse un poco girada hacia su izquierda. En este punto con el toro humillado y por el lado derecho de la cadera del torero, y con el estoque sepultado entre uno de los intersticios de los omoplatos, se remata la suerte con un pase de pecho. Durante su ejecución, suerte de recibir, el torero no cambia de posición, el único que se desplaza (humillado) haciéndole cambiar su trayectoria hacia la derecha de la posición que ocupa el torero, es el toro. Si el torero durante la ejecución de esta suerte cambia de sitio, lo que ha hecho es un remedo de la suerte de recibir. De Manolete a hoy, el único que ha hecho las suertes de matar perfectas se llama Rafael Ortega que ya falleció. Y después de Rafael Ortega su discípulo, que soy yo.
Al que usted le aprendió a ejecutar esta suerte, ¿fue al maestro Rafael Ortega?
Cuando conocí a Rafael Ortega todavía no había toreado con caballos. La coincidencia fue la siguiente. Yo soy de una familia bastante acomodada en España. Terratenientes. Dos hermanos míos ingenieros agrónomo administran la finca de mi padre. Mi otro hermano director de un banco. Otro de mis hermanos es abogado. Gente de universidad. Yo piloto civil y además matador de toros.
Por ese entonces, con catorce años, tenía un tío que era el presidente de la Audiencia de Sevilla. A este tío que quería mucho, lo visitaba con frecuencia. Y en una de esas visitas a su oficina se presentó el Marqué de Villamarta, el ganadero, quien tenía algunos problemas de audiencia que resolver con mi tío. Y entonces mi tío le comentó, “como te parece que mi sobrino tiene dos hermanos ingenieros agrónomos, otro que es director de un banco y otro más que es abogado, y a este, que además de piloto de aviación se le ha dado por ser torero”. A lo que el Marqués me dijo, “yo tiento la semana que viene. Si quieres te recojo y te llevo”. Y así aconteció. Y a los pocos días el Marquéz vino por mí. Y vaya sorpresa, que en esa tienta se encontraba Rafael Ortega. Por ese entonces yo había aprendido a torear muy bien de salón. Y en mi turno me salió una becerra muy buena, y puedo decir que la becerra fue quien me toreó. Y el maestro Ortega, al finalizar mi faena, me dijo, “oye muchacho tu no habrás toreado”. Y yo le respondí que esa era la primera becerra virgen que me ha tocado lidiar. Y que, igual que otros aficionados había ido a la tapia, y que cuando uno de los matadores de toros que se encontraba tentando, decía, que baje uno de los aficionados, yo bajaba. Pero esa era la primera vaca virgen que había toreado. “Pero tienes muy buenas hechuras”. Éntrala a matar. Y la entre a matar. Y lo que hice fue taparle la cara y pegarle un golpe en el morrillo. “Muchacho”, me dijo el maestro Ortega, “así no vas a hacer torero. Es que así no se matan ni las moscas”. Ven aquí”. Y entonces me puse a su lado, y me dijo: “tú no te muevas”. Me puso a su lado, y él le hizo la suerte de matar pasándole la mano a la becerra desde el cuello hasta la penca del rabo. Ahora lo vas a hacer tú, y lo hice. Y de ahí ya he toreado cientos de becerras en tentaderos, y jamás se ha ido una becerra sin que yo le hiciera la suerte de matar cinco, seis, ocho o diez veces. Y ahí aprendí a matar los toros. Y cuando llegué a matar ya no tuve problemas matando.
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