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Foto del escritorRicardo López Solano

La última entrevista que dio el maestro Jaime Ostos. La suerte suprema: clase magistral (II)

Nota: Esta es la segunda parte de la última entrevista hecha al maestro Jaime Ostos por parte de Ricardo López Solano. Lea la primera parte aquí.


Y continúa el Maestro Ostos con su platica:

 

Mi carrera en los toros fue muy concisa. Cuando a mí se me dio por ser torero, mi padre me dijo, que él dinero que había en casa era para hacer gente de porvenir y no para hombres de aventuras. Y, como mi madre tenía una hermana que no tenía hijos y que me quería mucho, entonces me fui a Sevilla a vivir con ella y con su esposo que trabajaba en cuestiones de jardinería. Y ahí ya metido en el toro me presenté en un festival con Cagancho y le corté las dos orejas y el rabo al novillo. Y después de este triunfo al otro día en Sevilla todo el mundo hablaba de que un muchacho que se llamaba Ostos, Mostos, que no sé qué, puede ser gente en el toro. Y desde ese momento algunos ganaderos empezaron a invitarme a los tentaderos, en especial por lo de mi apellido, y porque muchos de esos criadores se reses bravas conocían a mi tío el presidente de la Audiencia. “oye”, le decían a mi tío, “que me han dicho que tu sobrino torea”. Y de ese festival me fui a torear un festival con Pepe Luis Vázquez. Y después de este último festival voy a Osuna a torear mi primera novillada con caballos en la que corté cuatro orejas y dos rabos.

 

¿Y qué tal le iba con la suerte suprema?

 

A estocada por toro o un pinchazo y una estocada sin puntilla. Ahora veras que en la fotos que te voy a mostrar, no veras a un banderillero dándole vueltas a un toro a los que yo le pego una estocada. A mí me da vergüenza cuando los veo dándole capotazos a un toro, por un lado y por otro, para obligarlo a doblar. Mientras yo entraba a matar mis banderilleros tenían que estar dentro del callejón. Y si yo los llegaba necesitar, porque un toro se me amorcillaba, les decía vení. Pero yo casi nunca los requería. Ya verás una de esas fotografías. Y veras otra que dice: “Lo importante de Sevilla”, ya que en la feria de Sevilla siempre destacaban lo más importante, y ese año lo más importante fue Jaime Ostos matando a un toro. De ahí me fui para Barcelona y corto una oreja a un novillo y me repiten el otro domingo y corto dos orejas. Y de ahí a Sevilla.  Y la gente decía, ¿y hoy quién torea la novillada aquí en La Real Maestranza? Y respondían, uno que tiene nombre de virus, Ostos, Tostos, Mostos. Y a las ocho de la tarde todavía me estaban paseando por toda Sevilla. Corté tres orejas y salí por La Puerta del Príncipe. Y a las cuarenta y ocho horas había firmado 29 novilladas en todas las ferias de Sevilla, Cádiz, Huelva, Málaga, Granada y Almería. Como quien dice en toda Andalucía. Y de ahí ya me presenté en plan de figura.

 


 ¿Y de sus inicios como novillero?

 

De novillero toree dos años nada más. Por ese entonces me encontraba muy fuerte con las novilladas con caballos. Y es que yo no pensaba sino en el toro. Y de ahí a tomar la alternativa. La iba a tomar al año siguiente en la feria de Sevilla que era mi pueblo, una plaza importante, sencillamente la más importante que hay en España. La de Madrid es más comercial. Pero como taurina es Sevilla. Pero me salió un contrato de doce corridas para América. Entonces tomé la decisión de recibir el doctorad en la última feria de España que es la del Pilar en Zaragoza, y de ahí al grupo especial, y del grupo especial hasta cuando me retiré de los ruedos.

 

Y además te digo, que en Pamplona fui el torero que empezó a torear tres corridas de toros y en Bilbao dos, y las demás figuras una corrida. Te voy a mostrar una foto de un toro de Miura que pesó 638 kilos. En esa corrida corté cuatro orejas, y al año siguiente les dije, yo toreo tres corridas o no voy a Bilbao. Y me tuvieron que dar las tres corridas.

 

 

Y en este punto el Maestro Ostos se refiere a la casi mortal cornada de Tarazona de Aragón, en que uno de los cirujanos que lo entendieron firmó su partida de defunción:

 

Después de la cornada en la ingle del 17 de julio de 1963, en la que en Tarazona un toro me seccionó la vena iliaca, y en la que me firmaron el certificado de defunción, yo estuve dos años sin poder torear. A mí me llamaban “Jaime Ostos Corazón de León”, ese era el rotulo que difundían donde yo toreaba. Y aunque la gente me decía que yo estaba loco por volver a torear, ese año toree más que nadie. En España toree ochenta y tres corridas (el primero en las estadísticas), en América dieciséis, en Francia once, en Angola y Mozambique que eran colonias portuguesas toree dos corridas en cada una de estas plazas. Y en Casablanca y Tánger, Marruecos también toree. En total ese año sumé ciento veinte y seis corridas.

 

Y volviendo a Madrid, ¿quién es el que más torea? Luis Miguel y Ordoñez torean tres corridas, y Ostos, también torea las mismas corridas. Igual que las máximas figuras del toreo. Esa ha sido mi carrera profesional. De esa manera fue como el loco siguió su vida en el toreo.

 

Maestro entre las tantas fotos de usted en la ya desaparecida revistas El Ruedo, que de momento he podido revisar, he encontrado un buen número de fotos suyas ejecutando la suerte suprema ¿Qué nos puede decir al respecto?

 

En las portadas de esta revista, en donde solamente ilustraban derechazo u otros pases, o un torero dando la vuelta al ruedo con dos oreja en sus manos, te puedo decir que la única estocada que esta revista publicó en sus portadas fue una mía.

 

 

Y lo de ir con lentitud tras la espada hacia el morrillo del toro, ¿qué nos puede decir?

 

¿La razón? Porque cuando se entra a matar (recibir), la suerte la debes de rematar con un pase de pecho, y para ello, debes llevar al toro (humillado y templado) detrás de la muleta.

 

¿Y cómo le gusta a Usted que se encuentre el toro en el momento de ir a ejecutar la suerte suprema? ¿Aplomado o con algo de gas?

 

El toro no te dice mátame aplomadito. Tú tienes que ver el momento exacto del publico contigo y las condiciones del toro. Cuando tú vez al público aplaudiéndote y agitando los pañuelos, pues, entra a matar.

 

Y con el descabello, ¿cómo le iba a Usted?

 

Yo me iba al matadero para apuntillar (descabellar) a los toros. En el descabello tú debes dirigir la punta de la espada, un poco inclinada, a unos cuatro dedos desde donde dobla el testuz del toro hacia atrás.  

 

Maestro, mientras veíamos algunas de sus fotos, usted me habló sobre su intuición fundamentada, del porque los toreros suelen sufrir volteretas o cornadas en el momento de entrar a matar a los toros ¿favor explíquese?

 

El toro no es el que coge al torero. Es el torero el que coge al toro. Si yo estoy en mi casa y viene un tío a entrar, así como así, yo le pego. En la plaza el toro tiene su casa. Y si tú te metes en la casa del toro lo lógico es que te coja ¿Qué quiero decir con esto? Que tú tienes que estudiar donde tiene la querencia el toro, y donde no la tiene, y por donde quiere irse cuando tú lo vas a entrar a matar. Entonces tú tienes que darle todas las facilidades al toro para poder matarlo y que él te ayude ¿Comprendes? Y cuando tú te pones delante del sitio donde el toro se quiere ir, es lógico que te coja. El toro te tiene que coger por fuerza. No es porque te coja el toro. Sino es porque tú le cierras el camino. Entonces el toro te arroya.

 

Maestro, explíquese mejor:

 

Desde que el toro sale al ruedo hay que ir estudiando su comportamiento. Tú no puedes salir a torear a un toro pegándole pases. Primero tú tienes que dominarlo. Para torear hay que lidiar. Sin lidia no hay toreo. Todas las cosas en la vida que tu vayas hacer tienes que programarlas y después hacerla. Pues en el toreo primero se lidia y después se torea ¿Estamos? Pero no podemos torear al toro sin primero lidiarlo. Porque si tú no sabes las condiciones que tiene el toro, pues lo lógico es que el toro te coja o que te empuje o te pegue una voltereta. El toro desde que sale a la plaza se encuentra con un chiquero. Claridad, ruido, y ante ello, el toro empieza a dar vueltas, encontrándose con muchos obstáculos por delante. Y tú tienes que saber que cuando sale el toro, lo que se llama lidiar, es acompañarlo y ayudarlo a embestir, a echarle la muleta, la cabecita abajo, a llevarlo muy lejos si quieres intentar torearlo. Tú no puedes pintar un cuadro sin antes hacer un boceto. Tú primero haces un boceto y sobre el boceto pintas. Tú no puedes improvisar una cosa. Tú tienes que estudiar las condiciones del toro. El toro es un animal como cualquier otro animal que es bravo, que busca por donde irse o por donde atropellarte.

 

Lo principal para estar bien con el toro, te aclaro, es lidiarlo ¿y qué es lidiar? Conocer sus intenciones ¿Cómo es la lidia? Pues, según tú piensas, lo que va desarrollando el toro, y tú lo vas acoplando a ti. Si el toro hecha la cabeza arriba, tú tienes que echarle el capote abajo. Porque si le hechas el capote arriba te golpea la cabeza. Tú tienes que estudiar todas las condiciones del toro. Si el toro aprieta para adentro, tú tienes que llevarlo hacia afuera. Si el toro va hacia afuera, tú tienes que meterlo hacia adentro. Si el toro te embiste por la izquierda mal harías con torearlo por la derecha. Si te embiste bien por la derecha, toréalo por la derecha, sino tienes que cambiar otra vez por la izquierda.

 

¿Y cómo se matan los toros?

 

De la raya para afuera y metiéndole la muleta debajo del hocico. Porque de la raya para afuera allí empiezas a mandar tú. Y de la raya para dentro el que manda es el toro. Y si yo me pongo en el sitio en el que el toro se quiere ir, lo lógico es que me coja. En el noventa por ciento de las veces a mis toros los mataba casi que en la boca de riego (en el centro de la plaza). Mientras más en el centro de la plaza mejor. Menos problemas tienes y menos tengo de tropezar a un toro. A mi jamás me cogió un toro o me manchó un vestido mientras lo entraba a matar.

 

¿Alguna vez puso banderillas?

 

Yo coloqué banderillas. Pero tenía dos banderilleros que eran los encargados de este oficio. En mi época el único que banderilleaba se llamaba Miguel Mateo “Miguelín”. Los demás ninguno ¿Por qué? Por una sola razón. Porque estos banderilleros dejaban los seis palos en todo lo alto y reunidos. Y si se les caía un palo lo cogían, y uno lo llevaban en una mano y los otros dos en la otra mano, y al toro le clavaban las tres banderillas. Y de ahí, a saludar desde el tercio.

 

¿Cuáles fueron sus mejores banderilleros?

 

Yo tenía una cuadrilla de banderilleros enormes. Los mejores de ellos fueron Julio Pérez Herrera “Vito” y Luis González.

 

¿Y usted cómo delineaba la suerte de varas y la de banderillas con la suerte suprema?

 

La suerte de varas te la marca la potencia que tenga el toro cuando va al caballo. Es un libro que tú tienes que estudiar. Entonces yo veo a un toro que no tiene fuerza, entonces yo le digo al picador señálalo. No le pegues fuerte. Si tiene mucha vida le digo pégale por que todavía tengo dos puyazos más, porque son tres varas. Si yo veo que le ha pegado muy fuerte en la primera vara, en las otras dos le digo suave, suave, quieto. Eso lo vas midiendo tú. Eso lo debes saber tú y sacarlo del caballo.

 

En mi época era rara la vez que un banderillero ponía al toro en suerte al caballo, y raro era que no lo sacara del caballo el matador de turno. Ordoñez, le pegaba un puyazo al toro y él lo sacaba, y como era su toro, le hacia los quites y lo volvía a poner en el caballo. En otras ocasiones Ordoñez colocaba al toro, un toro demasiado bueno, el picador le pegaba un puyazo, entonces yo miraba a Ordoñez, y me decía sácalo. Y entonces yo lo sacaba le hacía unos quites, y después lo metía otra vez al caballo. Hoy no. Hoy eso lo hacen los banderilleros. Antes, cuando el toro salía a la plaza el matador no salía a recibir a un toro si no era muy bravo, y no había llegado a los tres burladeros pegando cornadas. Si no, salía el banderillero y con una mano lo llevaba por un lado y luego con la otra mano lo llevaba por el otro lado. A las plazas de primera yo llevaba a un banderillero que se llamaba “EL Noli” de Alcalá, que solo me servía para que cuando el toro estuviera picado le pegara dos o tres capotazos por cada lado, con lo que me podía percatar en qué condiciones había quedado el toro después de salir del caballo.

 

Y el maestro Ostos Carmona cambia de tema:

 

En mi vida yo no he bebido, ni he fumado nunca. No sé lo que es una gota de alcohol. Mi boca no sabe lo que es el humo.  Y entre otras cosas, yo soy un cocinero excepcional. En Valencia en donde más se entiende de arroz, me gané un trofeo en un concurso de cocina en el que me enfrenté con treinta y seis profesionales de la culinaria. Todos se presentaron ante los jueces con el plato de su paella horizontal, y yo con mi plato, que era para veinte y cinco personas, que también lo traía horizontal, delante de todos lo puse perpendicular al piso. Y al tiempo todos gritaron, ¡se le cae! Y no se me cayó ni solo un grano de arroz. Como premio, por ocupar el primer lugar, me dieron una medalla grandísima.

 

 

Y mostrándome una de las tantas fotos que guarda en la me memoria de su celular, me comentó:

 

 

En esta foto estoy con el Rey de España Juan Carlos. Somos amigos desde cuando era Príncipe.

 

Este dibujo me lo pintó Picasso y me lo regaló con dedicatoria y todo: “Los toros son ángeles que llevan cuernos”. Por este dibujo me han ofrecido un millón de euros. Pero no lo vendo porque es de mis hijos. Y mira esta, es para que lo cuentes, ya que tiene una historia grande y graciosa. En una corrida en la que le dediqué un toro a Picasso, Picasso me pidió que le pintara en una cuartilla de papel de hotel una cabeza de toro y que se la dedicara. Entonces, en ese papelito le pinté la cabeza del toro que me pidió, la que acompañé de la siguiente dedicatoria: “Afectuosamente Jaime Ostos”. A lo que Picasso me ripostó: ¿y porque no has puesto afectuosamente Jaime Ostos a Picasso? Entonces, Picasso cogió el dibujo y me lo firmó. Y a los dos o tres años de su muerte, mi mujer recibió una carta de un señor de Paris. La abrió y leyó lo que decía: “Estimado señor Jaime Ostos, le rogaría me de autenticidad al toro y a la firma de Picasso”. Entonces yo le contesté: “Todo en la vida tiene un por qué ¿Usted que me ofrece a mi para que diga que esto es real”? Algo tendré que recibir para decir que esto es mío. Y lo mandé al carajo. Pasado un tiempo siguió molestándome. Un día, hace como tres años, recibí otra carta suya que decía que ese dibujo lo había vendido en trescientos mil euros.

 


 

Y esta es una de mis pinturas, un paisaje. Y mira esta otra que hice de un caballo. Este cuadro se lo regalé a “El Malagueño”.

 


 

La conversación con el maestro Jaime Ostos se encontraba tan amena, que hubiéramos podido seguir platicando hasta agotarnos, si es que Ibeth y María Ángeles no le hubieran recordado al maestro que debía alistarse porque tenían programado, por el centro amurallado, un paseo en coche tirado por caballos. Miré el reloj, y este marcaba la siete y diez de la noche. Pero antes de marcharme, complacido por lo tanto que aprendí de esta larga conversación, le pedí al maestro Ostos que me dedicara la foto que había traído conmigo, la que, para mi gusto y apreciación, es la más representativa, ejecutando a ley la suerte de matar a los toros al volapié. Y que delicadeza y muestras de apreció hacia mí por parte del maestro Jaime Ostos, que al encontrar cierta dificultad para escribir la nota con el lapicero que tenía en la mano, y a falta espacio para que la dedicatoria se viera con claridad, repitió lo escrito en el respaldo de la fotografía. Mil gracias, maestro por esta deferencia para conmigo.

 

Y al despedirme del maestro de maestros de la suerte suprema, aunque quedaron pendientes muchas preguntas y particularidades que aclarar o ampliar en lo referente a esta suerte, por ejemplo, como entraba a matar al volapié y al encuentro, ya que la conversación la enfocó en la suerte de matar recibiendo, estas inquietudes y preguntas sobre las otras suertes las esperaba aclarar y ampliar a su regreso a Madrid. Así que solo era esperar unos días para ir resolviendo los pormenores pendientes. Pero el 8 de enero del corriente, el día 5 lo había entrevistado, muy temprano por la mañana, recibí una llamada de mi primo, el coronel y ganadero de toros de lidia, Marco Antonio de la Parra para darme la triste noticia, un mazazo como lo expresan los españoles, que el Maestro Jaime Ostos había fallecido de un infarto fulminante en la ciudad de Bogotá. Como me dolió esta noticia. El único consuelo que me quedó de este insuceso tan lamentable es que el maestro Ostos me concedió, lo que terminó siendo su última entrevista y dedicatoria a una fotografía suya, y que llegué, como se dice, justo a tiempo para que mi sueño tan largamente esperado, se me hiciera realidad.  

 

Maestro Jaime Ostos Cardona, muy a pesar de las tantas preguntas que quedaron sin resolver, lo que usted me aportó en esta entrevista, no solo a mí sino a los amantes de la tauromaquia, y en especial a los que nos sintonizamos con la suerte suprema, vale su peso en oro, o como dicen los peruanos, “vale un potosí”. Y es que usted, por ser un dechado de valor, un fuera de serie en su oficio como matador de toros, no sobra decir que además del arte que desplegó en los ruedos, fue ese valor, un valor que pudiéramos catalogar de otro mundo, lo que le permitió, tras 25 cornadas recibidas, entre ellas la casi mortal de Tarazona de Aragón, poder seguir en la brega para el disfrute de esta afición que tanto lo quiso y que tanto lo admiró. Razón inequívoca por la cual se ganó el muy merecido apelativo de Jaime Ostos “Corazón de León”. Maestro descanse en paz, que la eternidad es suya.

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