Podrán derribar una estatua, pero jamás podrán borrar la Historia
Corría el año 1991 cuando el maestro César Rincón llenaba a reventar la Plaza de Bolívar de Bogotá el 11 de diciembre de 1991 y entre una multitud enfervorecida, y era recibido con honores de un gran héroe nacional. Claro que recuerdan al maestro Rincón, pero quieren echarle tierra encima.
Podrán arrancar las flores, pero nunca podrán detener la Primavera. Podrán derribar una estatua, pero jamás podrán borrar la Historia. Al más puro estilo fascista del nacionalsocialismo alemán, los antitaurinos retiraban ayer el monumento al maestro César Rincón en Duitama, un acto de completa perversión y que se asemeja mucho al que ya hiciera en 1933 la federación nazi de estudiantes con su quema pública de libros, en la llamada «Aktion wider den undeutschen Geist», en español «Acción contra el espíritu antialemán» en la Plaza de la Ópera en Berlín y en otras 21 ciudades universitarias. Claro que tienen memoria, por eso quieren echarle tierra encima al que fuera todo un ídolo, un héroe nacional de Colombia que llevó el nombre de su país por todos los rincones del mundo taurino.
Corría el año 1991 cuando el maestro César Rincón llenaba a reventar la Plaza de Bolívar de Bogotá el 11 de diciembre de 1991 y entre una multitud enfervorecida, y precedido de una gloria jamás imaginada, era recibido con honores de un gran héroe nacional a su llegada a la capital de Colombia, con su ciudad y sus gentes volcadas en las calles para aclamar y arropar a todo un ídolo de altura mundial después de abrir cuatro veces consecutivas la puerta grande de Las Ventas ese mismo año. El toreo es grandeza, siempre se ha dicho. Entre miles era vitoreado, como si se tratase de la misma Selección Nacional de Fútbol. Pero hoy, 33 años después de esas proezas, una panda de fanáticos quiere enterrarlas. Sepultar a un héroe en vida o lo que es lo mismo, derribar su monumento en Duitama.
Dicen las gentes que pueblan las redes que aquellas proezas han sido olvidadas. Se equivocan. Nada más lejos de la realidad. Claro que los antis tienen memoria, pero no les interesa recordarlo. Les interesa echar tierra encima sobre aquellas glorias del maestro César Rincón de los años 90 y sobre todo cómo paseó el nombre de Colombia por todo el mundo. Porque su fama traspasó la frontera de lo taurino. Porque gracias a la figura colombiana se revitalizó la tauromaquia en Colombia y no solo eso, sino que se exportó el nombre de su país igual de alto que lo han podido poner deportistas como Radamel Falcao o como James Rodríguez, que han abierto nuevas fronteras para un país que hasta entonces no había tenido en la tauromaquia una representación de esa altura, -aunque haya tenido otros toreros destacados pero ninguno de su talla-, y fue así cómo puso el nombre de Colombia en lo más alto y no solo del firmamento taurino.
Claro que lo saben, pero derribando su estatua de Duitama lo que persiguen es que las nuevas generaciones no sepan quién fue César Rincón ni lo que supuso para Colombia la eclosión del maestro en la temporada del 91 en Madrid y lo que vino después. Tampoco lo que supuso para la economía colombiana los manos a mano que sostuvo a cara de perro Rincón con Enrique Ponce en todas las ferias de Colombia, y que se batió el cobre con todas las figuras españolas, traduciéndose eso en un incentivo para revitalizar económicamente el país.
Padre, perdónales porque sí saben lo que hacen…
Maribel Pérez
Revista Aplausos
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