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Sobre el albero del cielo

  • Foto del escritor: Luis Eduardo Brochet Pineda
    Luis Eduardo Brochet Pineda
  • hace 8 horas
  • 3 Min. de lectura

Para todos los taurinos del mundo y, en particular, para nosotros los aficionados de Colombia y Cartagena de Indias, el mes de abril de 2025 estará siempre lleno de ausencias, nostalgias y buenos recuerdos, a pesar de las sombras.


El pasado 8 de abril, fallecía en la ciudad de Bogotá, Edgardo Baena Pianeta.

Edgardo, médico de profesión y un aficionado que ha sido y será un referente universal de la tauromaquia, integrante fundador de la Peña Taurina El Clarín, en los albores del año 1969 en el otrora barrio republicano de El Cabrero, dónde vine al mundo y viví gran parte de mi adolescencia y juventud. Miembro de una familia virtuosa, muy ligada a la nuestra, a quienes considero, también, mis hermanos y mis tutores.


Solo mencionar a su padre, el médico Don Antonio Baena Sayas, hombre trascendente y de valores inigualables, quien fungió, entre otras relaciones e intervenciones, como médico de cabecera de mis mayores. Así también, su señora madre y sus hermanos, con quienes he tenido la fortuna de compartir en los últimos sesenta años. Solo mencionar a Guillermo Baena Pianeta, jurista excelso, quien sería mi profesor magnífico en la universidad, regentando sabiamente la cátedra de Derecho Laboral Colectivo.

Por ello, no puedo desligar en este sencillo escrito, los profundos afectos que me ligaron a Edgardo y me ligan a su familia.

Creo difusamente recordar, que, de la mano de mi padre a la edad de seis o siete años, asistí por primera vez a los tendidos de la Plaza de Toros de La Serrezuela, a escasos 150 metros de nuestro barrio, y que era un deleite para la vista, tanto la liturgia de oro, colores, sangre, valentía y música que se desarrollaba en el ruedo, como el entusiasmo de un grupo cohesionado de aficionados muy disciplinados, vistiendo el uniforme amarillo, negro con boina roja, característico de El Clarín.


Desde aquella tarde, quise pertenecer a ellos; gracias a Dios y a la vida, ese deseo se me haría realidad años después.

Edgardo Baena Pianeta era un hombre sabio; poseedor de un conocimiento taurino invaluable, enciclopédico, y una humildad a toda prueba; un conocedor a fondo de todas las orillas de la tauromaquia: la historia, los principios, los valores, las suertes y el escalafón tanto europeo como americano. Un hombre entusiasta; gran líder integrador y un ejemplo para todos nosotros, los que estamos unidos en las diferentes asociaciones de aficionados taurinos del mundo, cuyo legado y ejemplo habrá de preservarse por los años que el Creador nos deparará.


Amigo de sus amigos, popular y conocido entre la gente del toro en los ocho países taurinos del mundo, sin excluir a los Estados Unidos, y colaborador temporal del grupo NUEVA LIDIA, dónde también pertenezco.


Cinco días después, el domingo 13 de abril, fallece el maestro de las letras y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, cuya obra casi completa conocimos desde el tercer año de bachillerato en el Colegio de La Esperanza de Cartagena, cuando tuve la oportunidad de orientar el centro literario del colegio. Admiré siempre al maestro Vargas Llosa, por esa pluma fecunda y profusa; lo admiré y seguí, también, por sus convicciones políticas y por su afición a los toros.


Defensor sin complejos del arte taurino, del animal bravo y de nuestra cultura grecolatina e hispana; esa que nos ha dado en herencia la fiesta brava, además de nuestra lengua castellana, la raza, la religión católica, las tradiciones y la cultura ibérica.

No me cabe duda que estos dos grandes hombres inician ahora un mano a mano sobre el albero del cielo.

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