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Foto del escritorJohan Andrés Paloma

Una fiesta de espectadores

En los muy distintos análisis posibles, de los múltiples matices cromáticos por los que podemos transitar con el fin de develar los orígenes de la crisis taurina en Colombia, es menester analizar la importantísima figura del aficionado a los toros. No es secreto que en Bogotá se sigue llenando la plaza Santamaría; si en este momento se diera una sola corrida de toros no quedarían entradas. Sin embargo, ¿de qué tipo sería la mayoría del público? La respuesta es evidente, al menos para mí: del tipo de los espectadores. Del espectador al aficionado a los toros hay mucho trecho. La figura del aficionado ha quedado reducida a mínimas proporciones en las últimas dos décadas y va en extinción. El espectador, para el bien de la opinión pública, pagaría su puesto en los tendidos de la Santamaría ante una hipotética corrida, pero seguiría siendo voluble e incierto. El espectador un día cualquiera puede dejar de ir a los toros, o también puede presentar síntomas crónicos de nulo interés por los festejos en la provincia. Van muriendo los aficionados y sólo quedan los espectadores.


La fiesta brava no se puede basamentar en los espectadores sin afición. Si miramos el prolífico escenario del fútbol, los clubes se encargaron de captar socios, aficionados, gentes fieles y apasionadas por su equipo. Es allí donde podemos ver el éxito del fútbol, que buscó desde décadas atrás lo que se llama «la afición», es decir, la clientela fija. Si la tauromaquia colombiana se encuentra en suspenso, en el aire, en la incertidumbre y la falta de apoyo —a excepción de Manizales— es porque ha perdido los cimientos de una gran afición. Anda a merced de los vaivenes de un público feriante, de paso.


Es necesario hacer un trabajo general de introspección, de crítica personal y general, que busque saldar los problemas que hemos sembrado durante dos décadas y que ya nos han dado la cosecha. Existe una necesidad urgente, importante, prioritaria de generar aficionados y no espectadores. Hace unas semanas un gran y respetable torero, Orlando Sánchez, me hablaba acerca de la necesidad de que regresarán los locos al toreo. Los locos por el toro, los locos por los toreros, los locos por las tascas, los locos por el romance del arte de la tauromaquia. En fin, que regresaran en grandes proporciones los admirables aficionados.

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