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Unidad de criterio y políticas en la defensa de la tauromaquia latinoamericana

  • Foto del escritor: Luis Eduardo Brochet Pineda
    Luis Eduardo Brochet Pineda
  • hace 2 minutos
  • 3 Min. de lectura

El estado de Michoacán, este martes 1° de abril de 2025, se convirtió en el séptimo estado de México en prohibir las corridas de toros, con una votación mayoritaria a favor de la prohibición.


Indudablemente, esta situación puede escalar hasta convertirse en un “efecto dominó” que arrase con la cultura taurina en toda latinoamérica.


En Ecuador, persiste la prohibición sobre Quito y en nuestro país, se estudia una postura de fondo unificada por parte de la Corte Constitucional, con relación a la ley 2385 de 2024, que suprimiría las prácticas taurinas, los festejos populares y otras modalidades de la fiesta, a partir de julio de 2027.


La reflexión sería: ¿Que hacer, como minoría culturalmente reconocida; como criadores y gente del campo bravo, profesionales, aprendices, aficionados y empresarios del toro, en el evento de un fallo adverso y definitivo?


Hace aproximadamente un año, en compañía de la Peña Taurina EL CLARÍN, el grupo NUEVA LIDIA y amigos aficionados, nos reunimos virtualmente con  aficionados mexicanos agrupados en la asociación TAUROMAQUIA MEXICANA, cuando aún no se había votado en el Congreso de Colombia la ley prohibicionista, lo que ocurrió el 28 de mayo de 2024, ni habían rastros de la ley que “morigeraba” las corridas de toros en Ciudad de México. 

Recuerdo que concluíamos como bastante improbable que el Parlamento colombiano y mexicano se inclinaran por la supresión, debido al arraigo por siglos de esta práctica en ambos países, su tradición y herencia hispana, la generación de empleo y riquezas; la afición creciente entre espontáneos, maletillas y novilleros que deseaban por vocación dedicarse a la actividad taurina y otros, que soñaban con ser figurones del toreo. En este sentido, habían suficientes argumentos para descalificar una regulación adversa.

Sin embargo, en uno y otro caso, se impuso la política prohibicionista aupada por el fanatismo animalista progresista que ha permeado la política y amenaza con “normalizar la vida, el pensamiento y el futuro”.


Por lo anterior, en Colombia, México y toda latinoamérica taurina, deberíamos tener muy presente:


Unidad (parecería un discurso de cajón), entre todos los sectores taurinos que, en nuestro caso, puede materializarse en formalizar la asociación Taurinos de Colombia.


Identificar uno o dos partidos políticos, así como candidaturas a Senado y Cámara de Representantes, que sin complejos ni posturas “políticamente correctas”, defiendan la libertad cultural, la libre escogencia de profesión u oficio, la libertad de expresión, la libertad de empresa, el principio de igualdad y otras garantías y derechos constitucionales que el Congreso colombiano pisoteó con la ley prohibicionista, invisibilizando una tradición de siglos que nos pertenece e identifica por herencia cultural, filosófica, étnica e histórica. Aquí, la lucha JUDICIAL no solo será ante las ALTAS CORTES COLOMBIANAS, sino ante organismos y tribunales INTERNACIONALES (UNESCO, OEA, CIDH)


Pedagogía abierta  - comunicaciones y redes sociales -  dirigida a la población joven con contenidos de calidad y promocionando la creación de Escuelas Taurinas, como centros de formación, cultura y fomento de valores.


Nunca olvidemos que la tauromaquia del siglo XXI enfrenta a una sociedad frágil, débil y facilista, que prefiere no conocer ni toparse con la verdad ni con el destino invariable, que es la muerte, ni saber del sacrificio y el valor que el ser humano ha de tener para superar el miedo, la adversidad y el peligro. Eso lo representa el arte taurino y por ello, la izquierda global “progresista”, que adoctrina y amedranta; que animaliza al ser humano y humaniza al animal, desea borrar del mapa de los tiempos y para siempre, al último héroe que nos queda: El Torero... como lo dijo José Saramago.

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